Nació el 16 de enero de 1900 en la localidad murciana de Bullas, donde
su padre, guardia civil, estaba destinado. Pronto se mudaron a Chinchilla de
Monte Aragón, donde asistió a la escuela durante sólo tres años y de donde
salió “sabiendo leer y escribir y las cuatro reglas de la aritmética”. Cuando tenía
diez años, su familia se trasladó a Barcelona.
Hacia 1911 empezó
a trabajar en la ciudad condal y se vio obligado a ejercer distintos oficios. En
1915 se afilió a la Sociedad de Moldistas y Piedra Artificial de la CNT, formando
parte de su junta sindical entre 1916 y 1917. Vivió en Barcelona los difíciles
años del pistolerismo, financiado por el Fomento del Trabajo Nacional, y en
1920 fue encarcelado después de un enfrentamiento armado con los agentes de la
patronal.
Salió de prisión
en 1926, bajo la Dictadura del general Primo de Rivera, y en 1928 se integró en
el grupo anarquista Solidaridad, con Juan Peiró y Ángel Pestaña, que por
entonces regía la CNT clandestina; entre 1929 y 1931 formó parte del Comité
Nacional que, con Ángel Pestaña como secretario general, negoció la
reconstrucción legal de la Confederación. En esos años dirigió el semanario Acción de Barcelona.
En agosto de
1931 firmó el Manifiesto de los Treinta, que defendía que la CNT practicase un
sindicalismo neutro frente al sindicalismo revolucionario que era su seña de
identidad. En septiembre de 1932 los trentistas fueron expulsados y en 1933 formó
parte del núcleo inicial de la Federación Sindicalista Libertaria, de la que fue
secretario general, y del Partido Sindicalista, liderado por Ángel Pestaña.
Durante esos años dirigió ¡Despertad!
de Vigo y Sindicalismo en Barcelona y
Valencia.
Asistió en mayo
de 1936 al congreso de Zaragoza que reintegró en la CNT a los Sindicatos de
Oposición y formó -con Federica Montseny, Juan García Oliver y Eusebio Carbó-
la comisión que redactó la ponencia “Concepto confederal del comunismo
libertario”, sobre un texto previo de Isaac Puente. Aunque era secretario
general de la regional valenciana de los Sindicatos de Oposición, no ocupó
ningún puesto de responsabilidad después de este Congreso de unificación.
Pero el 18 de
julio de 1936 fue elegido para formar parte de un comité de huelga que debía hacer
frente a la inquietante indecisión del ejército acuartelado en la ciudad. Para
confirmar la lealtad de la capital levantina, el gabinete republicano envió al
ministro Diego Martínez Barrio, que por decreto convirtió al citado comité de
huelga en Comité Ejecutivo de la Región Valenciana, que asumió poderes de
gobierno.
Fue así como
pasó a formar parte del poder ejecutivo de Valencia. Y aunque afirma que “tuve intensa
participación en los esfuerzos para salir del estado caótico de las primeras
semanas”, su papel fue poco relevante, aunque destaca su decisión de incautarse
de la rotativa del diario derechista Las
Provincias, donde durante la guerra se tiró Fragua Social, el órgano de la Confederación Regional del Trabajo
de Levante. Cuando en
noviembre de 1936 la CNT decidió entrar en un gobierno sindical presidido por
Largo Caballero, se le ofreció la cartera de Comercio, que aceptó; más que por
sus méritos personales se le eligió para mantener el equilibrio entre las
diferentes sensibilidades cenetistas. Su labor en el ministerio, hasta mayo de
1937, no fue muy acertada.
El 25 de marzo de 1939 salió
para Francia y el Reino Unido, viviendo por un tiempo en la isla de Wight. Finalmente,
recaló en México. En la crisis del exilio mexicano de 1942 se identificó con el
sector partidario de la participación en las instituciones republicanas,
posición que reiteró en 1945 y 1947.
En 1965 se sumó a los cincopuntistas,
una fracción de la CNT que aceptó negociar con el sindicato franquista y que fue
desautorizada por el Movimiento Libertario del interior y del exilio. Sin
representatividad, los cincopuntistas -Horacio Martínez Prieto, Fidel Miró,
Abad de Santillán y Ramón Álvarez Ramonin-
reconocieron que “el diálogo no se entabló entre los dos organismos [CNT y CNS]
sino entre sus respectivos militantes”, entre los que se destacó Juan López, como
se reconoce en una carta del interior: “hay que hacer todo lo posible para
traerlo a España, porque este compañero es uno de los poquitos teóricos que nos
quedan cargados de práctica experiencia”. El diálogo fue estéril porque los
falangistas del vertical no estaban interesados en un puñado de viejos
cenetistas si estaban aislados de la militancia clandestina y les veían tan alejados
de la realidad española.
En cualquier caso, Juan López
vio recompensado su apoyo al cincopuntismo, pues en 1967 volvió a residir en
España y consiguió un puesto de trabajo como ejecutivo en la empresa de
transportes urbanos de Valencia y, según se decía, una remuneración del
Sindicato de Transportes franquista. En sus últimos años asistió a algún
congreso del sindicato vertical, publicó diversos artículos en la prensa
sindical y oficial franquista y uno de sus libros, Una misión sin importancia, fue impreso por la Editora Nacional, de titularidad estatal. Murió
en Madrid en agosto de 1972.
Fuentes:
CALERO DELSO, Juan Pablo. El gobierno de la anarquía. Madrid,
Síntesis, 2011.
JPC
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