26 sept 2012

Martínez Saura, Santos

SANTOS MARTÍNEZ SAURA

Nació Santos Martínez  en la murciana localidad de La Unión el día 13 de mayo de 1909 en el domicilio que su familia tenía en el número 19 de la calle Numancia. Su padre, Arturo Martínez Murcia, era un comerciante que gozaba de una buena posición económica, circunstancia que posibilitó que Santos, una vez terminado el bachiller, se trasladara a Madrid para cursar la carrera de medicina en la Universidad Central. Llegó allí en la segunda mitad de la década de los años veinte, en un momento en el que los estudiantes se mostraban especialmente beligerantes con la dictadura de Primo de Rivera. Formó parte del Sindicato de Sanidad, adscrito por aquel entonces a la CNT, y se convirtió en una de las figuras principales de la FUE. En 1930, por haber organizado una manifestación para protestar por los modos en que había actuado la fuerza pública a la llegada de Unamuno a España, fue conducido a la cárcel modelo de Madrid –por ello, Juan Negrín, quien por aquel entonces era su profesor, decidió trasladarse hasta allí para examinarle personalmente–, siendo desterrado, poco después, hasta su población natal. Aquello no le impidió continuar con sus actividades políticas; así, Santos contactó con los anarquistas locales e, incluso, actuó como enlace entre estos y sus directivos nacionales. Estaba en Cartagena cuando le llegó la noticia de la proclamación de la República, e, incluso, tuvo la oportunidad de presenciar con sus propios ojos la salida de España del destronado Alfonso XIII. Regresó a Madrid tras el advenimiento del nuevo régimen, donde fortalecería sus lazos afectivos con políticos e intelectuales como Federico García Lorca, Valle Inclán –a la sazón, uno de sus mejores amigos–, Cipriano Rivas Cherif y, sobretodo, Manuel Azaña, por quien, después de que fuera aprisionado en los destructores Alcalá-Galiano y Sánchez Barcáiztegui por los sucesos de la revolución de octubre de 1934, realizó una intensa campaña de apoyo. En enero de 1935, poco después de la puesta en libertad del líder de Izquierda Republica, Santos se convirtió en su secretario personal, un trabajo que marcó un antes y un después en su vida (de hecho, muchos años después, todavía sería presentado en público como “el secretario del presidente”) y que, por las obligaciones que comportaba, le obligó a convencerse de la necesidad de abandonar sus estudios universitarios. Con Azaña estaría hasta poco antes de su muerte, viviendo de cerca todo lo que le aconteció durante la Guerra Civil. Se desplazó desde Madrid –el lugar en el que estaba el 18 de julio– hasta Barcelona al finalizar el año 1936, en donde viviría los sucesos de mayo de 1937, y, cuando el presidente de la República abandonó el país, tomó con él la ruta del exilio. Los dos hombres se separarían algunos meses después, una vez que, por los peligros que podía acarrearle la guerra con Alemania, Santos decidiera –aunque siempre con la esperanza de que Azaña pudiera seguirle en el futuro– exiliarse en México.    

Salió de Francia desde El Havre el mes de diciembre de 1939, rumbo a Nueva York, a bordo del Degrasse, en compañía de su esposa Dolores López, con la que había contraído matrimonio durante la guerra. Al arribar a su destino, tomó un tren que le condujo hasta México, el país en el que, finalmente, viviría el resto de su vida. Poco después de llegar allí, encontró un empleo como vendedor de tabaco americano que le obligó a viajar, durante varios años, por distintos puntos de la geografía mexicana. Tiempo después, el dueño de esta empresa fundó una compañía de teatros y cines (Teatros Nacionales). Esta circunstancia hizo que Santos acabara vinculándose con la industria cinematográfica. Así, desarrolló para la misma variopintas tareas –por ejemplo, supervisó la construcción de varios cines y realizó la contrata de distintos artistas–, hasta que, finalmente, fue nombrado Gerente de Publicidad de Operadora de Teatros. 

Estas obligaciones profesionales no le impidieron, por otra parte, desarrollar sus pasiones políticas. Así, el 10 de febrero de 1961 sustituyó a Ovidio Salcedo en la presidencia del Centro Republicano Español. Estuvo, sin embargo, poco tiempo allí, pues, después de que decidiera invitar a un acto al grupo Movimiento Español 1959, que incluía entre sus filas a socios de tendencia comunista, y comprobar las protestas que su gesto había levantado entre distintos sectores del exilio, optó por dimitir, cansado de las trifulcas internas de los republicanos, de aquel cargo. Entretanto, colaboró en distintas revistas políticas y se convirtió en uno de los organizadores de Izquierda Republicana en México, cultivando, a la par, sus inquietudes periodísticas (escribió para diarios como Excélsior o Novedades distintos artículos en los que demostraba su conocimiento de la situación política española y mexicana) y ensayísticas. Al final de su vida, completó su estudio Espina, Lorca, Unamuno y Valle-Inclán en la política de su tiempo (1996) y una obra autobiográfica, que, como la anterior, había nacido de su deseo de redactar una Historia de España, Memorias del Secretario de Azaña (publicada, póstumamente, en el año 1999), en la que, en realidad, renunciaba a todo protagonismo para hablar de Manuel Azaña y puntualizar algunas de las afirmaciones que hasta la fecha se habían vertido sobre el presidente de la República. Falleció en México el 22 de diciembre de 1997. Fue incinerado con una bandera republicana que cosió el diputado oscense Julián Borderas. Sus cenizas reposan en una cripta de la Catedral de la ciudad de México. 

 

Fuentes:

Archivo Histórico de la Fundación Pablo Iglesias AJBP-476-11.

Registro Civil de La Unión (Murcia).

AZAÑA, Manuel: Obras completas. Madrid: Ministerio de la Presidencia, Secretaría General Técnica: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2007.

MARTÍNEZ SAURA, Santos: Memorias del secretario de Azaña. Barcelona: Planeta, 1999.

Entrevista a Paloma Zubieta López.
 
ES

 

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