Nació Santos Martínez en la murciana localidad
de La Unión el día 13 de mayo de 1909 en el domicilio que su familia tenía en
el número 19 de la calle Numancia. Su padre, Arturo Martínez Murcia, era un
comerciante que gozaba de una buena posición económica, circunstancia que
posibilitó que Santos, una vez terminado el bachiller, se trasladara a Madrid
para cursar la carrera de medicina en la Universidad Central. Llegó allí en la
segunda mitad de la década de los años veinte, en un momento en el que los
estudiantes se mostraban especialmente beligerantes con la dictadura de Primo
de Rivera. Formó parte del Sindicato de Sanidad, adscrito por aquel entonces a
la CNT, y se convirtió en una de las figuras principales de la FUE. En 1930,
por haber organizado una manifestación para protestar por los modos en que
había actuado la fuerza pública a la llegada de Unamuno a España, fue conducido
a la cárcel modelo de Madrid –por ello, Juan Negrín, quien por aquel entonces
era su profesor, decidió trasladarse hasta allí para examinarle personalmente–,
siendo desterrado, poco después, hasta su población natal. Aquello no le
impidió continuar con sus actividades políticas; así, Santos contactó con los
anarquistas locales e, incluso, actuó como enlace entre estos y sus directivos
nacionales. Estaba en Cartagena cuando le llegó la noticia de la proclamación
de la República, e, incluso, tuvo la oportunidad de presenciar con sus propios
ojos la salida de España del destronado Alfonso XIII. Regresó a Madrid tras el
advenimiento del nuevo régimen, donde fortalecería sus lazos afectivos con
políticos e intelectuales como Federico García Lorca, Valle Inclán –a la sazón,
uno de sus mejores amigos–, Cipriano Rivas Cherif y, sobretodo, Manuel Azaña,
por quien, después de que fuera aprisionado en los destructores Alcalá-Galiano
y Sánchez Barcáiztegui por los sucesos de la revolución de octubre de 1934,
realizó una intensa campaña de apoyo. En enero de 1935, poco después de la
puesta en libertad del líder de Izquierda Republica, Santos se convirtió en su
secretario personal, un trabajo que marcó un antes y un después en su vida (de
hecho, muchos años después, todavía sería presentado en público como “el
secretario del presidente”) y que, por las obligaciones que comportaba, le
obligó a convencerse de la necesidad de abandonar sus estudios universitarios.
Con Azaña estaría hasta poco antes de su muerte, viviendo de cerca todo lo que
le aconteció durante la Guerra Civil. Se desplazó desde Madrid –el lugar en el
que estaba el 18 de julio– hasta Barcelona al finalizar el año 1936, en donde
viviría los sucesos de mayo de 1937, y, cuando el presidente de la República
abandonó el país, tomó con él la ruta del exilio. Los dos hombres se separarían
algunos meses después, una vez que, por los peligros que podía acarrearle la
guerra con Alemania, Santos decidiera –aunque siempre con la esperanza de que
Azaña pudiera seguirle en el futuro– exiliarse en México.
Salió de Francia desde El Havre el mes de diciembre de
1939, rumbo a Nueva York, a bordo del Degrasse, en compañía de su esposa
Dolores López, con la que había contraído matrimonio durante la guerra. Al
arribar a su destino, tomó un tren que le condujo hasta México, el país en el
que, finalmente, viviría el resto de su vida. Poco después de llegar allí, encontró
un empleo como vendedor de tabaco americano que le obligó a viajar, durante
varios años, por distintos puntos de la geografía mexicana. Tiempo después, el
dueño de esta empresa fundó una compañía de teatros y cines (Teatros Nacionales).
Esta circunstancia hizo que Santos acabara vinculándose con la industria
cinematográfica. Así, desarrolló para la misma variopintas tareas –por ejemplo,
supervisó la construcción de varios cines y realizó la contrata de distintos
artistas–, hasta que, finalmente, fue nombrado Gerente de Publicidad de
Operadora de Teatros.
Estas obligaciones profesionales no le impidieron, por
otra parte, desarrollar sus pasiones políticas. Así, el 10 de febrero de 1961
sustituyó a Ovidio Salcedo en la presidencia del Centro Republicano Español.
Estuvo, sin embargo, poco tiempo allí, pues, después de que decidiera invitar a
un acto al grupo Movimiento Español 1959, que incluía entre sus filas a socios
de tendencia comunista, y comprobar las protestas que su gesto había levantado
entre distintos sectores del exilio, optó por dimitir, cansado de las trifulcas
internas de los republicanos, de aquel cargo. Entretanto, colaboró en distintas
revistas políticas y se convirtió en uno de los organizadores de Izquierda
Republicana en México, cultivando, a la par, sus inquietudes periodísticas
(escribió para diarios como Excélsior o Novedades distintos
artículos en los que demostraba su conocimiento de la situación política
española y mexicana) y ensayísticas. Al final de su vida, completó su estudio Espina,
Lorca, Unamuno y Valle-Inclán en la política de su tiempo (1996) y una obra autobiográfica, que,
como la anterior, había nacido de su deseo de redactar una Historia de España, Memorias
del Secretario de Azaña (publicada, póstumamente, en el año 1999), en
la que, en realidad, renunciaba a todo protagonismo para hablar de Manuel Azaña
y puntualizar algunas de las afirmaciones que hasta la fecha se habían vertido
sobre el presidente de la República. Falleció en México el 22 de diciembre de
1997. Fue incinerado con una bandera republicana que cosió el diputado oscense
Julián Borderas. Sus cenizas reposan en una cripta de la Catedral de la ciudad
de México.
Fuentes:
Archivo Histórico de la Fundación Pablo Iglesias AJBP-476-11.
Registro Civil de La Unión (Murcia).
AZAÑA, Manuel: Obras
completas. Madrid: Ministerio de la Presidencia, Secretaría General
Técnica: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2007.
MARTÍNEZ SAURA, Santos: Memorias
del secretario de Azaña. Barcelona: Planeta, 1999.
Entrevista a Paloma Zubieta López.
ES
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