AGUSTÍN MILLARES CARLO
Nacido en Las
Palmas de Gran Canaria el 10 de agosto de 1893. Comenzó sus estudios en el
Colegio de la Sagrada Familia de su ciudad natal, posteriormente pasó a la
escuela de las Hermanas de la Caridad y finalmente al Colegio San Agustín, en
donde el año 1909 obtuvo el título de Bachiller. Viajó a la Península y se
matriculó en la Universidad Central de Madrid en las Facultades de Derecho y
Filosofía y Letras. En un principio compagina ambas carreras, pero finalmente
sólo obtiene el título de Licenciado en Filosofía y Letras en el año 1913.
Comienza entonces su carrera docente como profesor auxiliar. Al año siguiente
se doctora con su tesis Documentos pontificios en papiro de Archivos
Catalanes.
En 1915 ganó por
oposición la Cátedra de Latín en el Ateneo de Madrid. Al año siguiente fue
nombrado catedrático de Latín en el Instituto General y Técnico de Las Palmas
de Gran Canaria. En 1921 tomó posesión de la Cátedra de la Universidad de
Granada y en 1923 obtuvo la plaza de Conservador para el Archivo del
Ayuntamiento de Madrid. Un año después fue nombrado director del Instituto de
Filología de Buenos Aires, iniciándose en la masonería. En 1926 logró la
Cátedra de Paleografía de Madrid, puesto que compaginó hasta 1936 con la
docencia de Lengua Latina.
Desde la segunda
década del siglo XX, fue estrecho colaborador del republicano federal grancanario,
José Franchy Roca. Entre 1931 y 1933, se presentó candidato por la azañista Acción
Republicana como Diputado a Cortes por la provincia de Las Palmas, aunque no
dejó en segundo plano su labor investigadora. En 1934 fue nombrado Académico de
la Real Academia de la Historia, en la que sería repuesto en 1966. Su discurso
de presentación versó sobre los Códices de la Catedral de Toledo.
Dos años después ocupó el
cargo de Secretario de la Facultad de Filosofía y Letras, pero debido a la
Guerra Civil Española se trasladó a Francia, fijando su residencia en Hendaya. Durante
los años de la guerra civil fue también Director General de Archivos y
Bibliotecas y Consejero de la Caja de Ahorros de Madrid.
Tras la muerte
de su esposa, la actriz Paula Bravo, en Hendaya, recibió un destino diplomático
en México. En julio de 1938 se trasladó con su familia a México como vicecónsul,
desempeñando el consulado general de la Embajada española a comienzos de 1939.
Allí trató de manejar asuntos como el arribo de una ingente cantidad de
republicanos y la reubicación de los niños de Morelia. Formó parte de La Casa
de España, fundada por Alfonso Reyes por mandato del presidente Cárdenas,
pasando desde 1940 al Colegio de México. Fue miembro del Comité Técnico de
Ayuda a los Republicanos Españoles (CTARE), dirigido por José Puche, vinculado
al gobierno Negrín en el exilio. Realizó múltiples gestiones ante Alfonso Reyes
y Daniel Cosío Villegas, responsables de El Colegio de México, para el acomodo
de especialistas universitarios españoles. También perteneció, junto a José
Bergamín, a la Junta de Cultura Española, y a su editorial Séneca, colaborando
en las revistas España Peregrina, Las Españas y Ultramar. En 1942 fue nombrado vicepresidente de la Unión Nacional
Española en México, promovida por el PCE. Asimismo formó parte del consejo
editorial de Cuadernos Americanos
hasta 1949 y de la Unión de Profesores Universitarios Españoles en el
Extranjero. Fue docente y miembro de las directivas de los colegios fundados
por el SERE: la Academia Hispano-Mexicana y el Instituto Luis Vives.
Desde 1939 hasta
1958 impartió clases de Paleografía y Lengua y Literatura Latinas en la
Universidad Nacional Autónoma de México, compaginándolas con la edición de
libros. En 1959 se trasladó a Venezuela, donde permaneció hasta 1974
impartiendo clases en la Universidad de Zulia. Entretanto, en 1963, fue
repuesto en su Cátedra de Paleografía de la Universidad Complutense de Madrid.
Este mismo año fue nombrado Académico Correspondiente de la Academia Nacional
de la Historia de Venezuela. En 1965 fue nombrado Doctor Honoris Causa
por la Universidad de Zulia y en 1974 recibió la condecoración de la Orden de
Francisco de Miranda (una de las mayores distinciones oficiales de Venezuela).
A pesar de sus
logros profesionales en las más altas instituciones educativas mexicanas, la
nostalgia de España, su alejamiento de los círculos de los exiliados y la
dificultad de adaptación a su nueva patria de acogida, le condujeron a intentar
un prematuro regreso. En 1949 fue admitida por las autoridades franquistas su
solicitud de retorno, si bien no viajaría hasta 1952 por primera vez a España;
su antigua pertenencia a la masonería postergó, hasta los años sesenta, no
obstante, su readmisión en el cargo de catedrático. Su primera estancia en
Madrid duró hasta finales de enero de 1953, regresando de nuevo a España en
1955. En noviembre de 1957, se casó de nuevo con la mexicana Herlinda Soto,
bibliotecaria del Palacio de Bellas Artes.
Su labor fue
finalmente reconocida en su tierra, distinguiéndosele en 1970 con el título de
Hijo Predilecto de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. En 1976 fue
investido Doctor Honoris Causa por la Universidad de La Laguna (Tenerife).
Participó en un plan de desarrollo cultural promovido por las autoridades
grancanarias de la transición.
A la muerte de Franco
en 1975, regresó definitivamente a su ciudad natal donde fue docente de
Paleografía y Diplomática en el Centro Asociado de Las Palmas de la Universidad
Nacional de Educación a Distancia (UNED) hasta su muerte el 8 de febrero de 1980.
Fuentes:
José Antonio
Moreiro González. Agustín Millares Carlo.
El humanismo apasionado, Las Palmas, Consejería de Educación, 1997.
Yolanda Blasco, “Millares
Carlo en el exilio”, Cuestiones
Pedagógicas, 20, 2009-10.
Boletín Millares Carlo
Seminario
Millares Carlo. UNED Las Palmas. Archivo personal.
AM
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